" Saquen una hoja, cierren los libros y dejen de hablar". Cuando éramos alumnos, estas palabras nos provocaban todo tipo de emociones: miedo, nervios, tensión emocional, tristeza, pero más que nada, el miedo. Los exámenes siempre asustaban a los que estudiaban mal y a los que eran empollones, el miedo de recibir mala nota era igual para todos. Ahora mismo en un futuro próximo vamos a estar en la otra orilla: vamos a ser nosotr@s que tendremos que encargarnos de hacer los exámenes, de evaluar a nuestros alumnos. Entonces me pregunto: ¿Evaluamos para juzgar o para enseñar?,¿Evaluamos para que los alumnos quieren seguir aprendiendo o para que aprendan a pasar los exámenes? El examen se puede convertir en estrategia de aprendizaje y desarrollo, asumida como un reto para vencer.
Memorizar NO, aprender SÍ.
En algún momento del proceso de construcción del conocimiento, memorizar o almacenar la información es un elemento esencial, pero el problema es que normalmente la memoria se asume como el instrumento único del aprendizaje y muchas veces al estudiante solo le sirve para pasar el examen y a la siguiente semana ya no recuerda nada de lo que memorizó. Muchas veces estudiado un tema el alumno dice que todo se le olvidó, porque su manera de aprender está basada únicamente en la memorización y porque la presión a la que fue sometido es muy intensa para él en el momento de la prueba. La evaluación debería ser continua y hay que tener en cuenta todas las actitudes del estudiante durante el curso académico: los deberes, la asistencia, los trabajos hechos en clase, lectura y en el último lugar la nota del examen final también cuenta algún porcentaje.
Os pongo aquí varios consejos para los futuros docentes que me parecen ser bastante útiles:
- No utilizar evaluación como una modalidad persecutoria y amenazante: “Hagan lo que quieran, que al cabo, en el examen, nos vemos las caras”.
- En el momento de realización de la prueba, dar el tiempo suficiente para trabajarla, ser claros y precisos en cuanto a las reglas de sustentación y presentación.
- Las instrucciones de las pruebas deben ser en extremo precisas y sencillas.
- Brindar confianza y seguridad al alumno durante y antes del momento de la prueba.
- Es importante que después de la prueba a los alumnos que les quede claro dónde estuvieron sus dificultades y que sepan cómo resolverlas.
La evaluación es un proceso permanente y que no se limita a unos contenidos en un momento indicado, sino que se debe evaluar progresos y estimular mayores logros. Es importante recrear más actividades, que permitan observar los cambios esperados y más aún, destacar las nuevas fortalezas que antes eran debilidades. Por eso el término PRUEBA, EXAMEN, CALIFICACIÓN reduce lo que es el término EVALUACIÓN.
UN BUEN ESTUDIANTE NO NACE, SE HACE. Se hace con lo que hacemos día a día en el aula.
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